La lección de vida que saqué de Black Panther
Por: Megane Mercury
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El pasado año en el mes de febrero se estrenó Black Panther, y yo, como gran parte de la comunidad negra que vive en España, tenía muchísima curiosidad y excitación. Estaba impaciente por ver qué tenía esta película que enseñarme a mí como afrodescendiente. Estaba deseando nutrirme de buenos referentes visuales. Así que me puse mis mejores galas y fui al cine con algunos de mis amigos. La película superó mis expectativas, y pasó de ser una mera historia de superhéroes de Marvel, a ser un referente.
Como fanático del afrofuturismo, creo que Black Panther será la película afrofuturista que marcará un antes y un después en esta corriente artística. El Afrofuturismo es tu un movimiento que explora todo aquello en lo referente a la negritud, transportándonos hacia adelante en el tiempo. Habla de nosotros dentro de décadas o siglos de manera ficticia. Y lo hace relatando problemáticas del pueblo negro actual o a modo de empoderamiento. Entre otras cosas, me emocionó el enfoque feminista e independiente las mujeres de la película (Nakia, Okoye y Shuri). Los personajes femeninos añaden fuerza a la trama y son importantes, si bien no protagonistas del largometraje.
La experiencia de ver Black Panther me recordó a cuando acudí en septiembre del año pasado a una proyección de trabajos fotográficos contemporáneos, a cuyos autores se les había otorgado una beca de fotografía en la escuela ÁQABA MEDIA de Valencia. Esta experiencia me hizo reflexionar sobre algunas palabras que mi amigo Rubén, autor del fotolibro Y tú, ¿por qué eres negro?, siempre me comenta. Y es que de alguna manera nuestra mirada, la de los afrodescendientes, está “colonizada” debido al entorno en el que vivimos y nos hemos criado (o incluso nacido) y que, por esa razón, él no se ve capaz de fotografiar a personas africanas en África y entenderlo como algo enteramente personal.
En la proyección había obras de todo tipo, muy personales en muchos casos, o al menos se daba a entender así. Algunos de estos proyectos consistían en viajar a países de África y otros países no europeos, y fotografiar situaciones peculiares o que llamaran la atención aquí en España. Mi mente, la de un chico negro y queer de 21 años por aquel entonces, nacido en Móstoles y con pasión por la fotografía, no entendió muy bien qué tenían de personal aquellos trabajos y fue entonces cuando comprendí las palabras de Rubén. De algún modo gracias a esta experiencia, me entraron unas ganas locas de investigar mis raíces y decidir el rumbo que quería que tomara mi fotografía y mi arte. Un par de días más tarde navegando por internet descubrí el Afrofuturismo.
Reconectando con mis raíces
Como le ha pasado (y le pasa) a muchos afrodescendientes, hubo un tiempo en el que yo mismo renegaba mis raíces y de mi negritud: he odiado mis rasgos faciales y mi piel en incontables ocasiones, he tenido envidia de aquellos que tienen una piel más clara que la mía. Me he alisado el pelo con químicos que quemaban mi cuero cabelludo para tener tupé porque “estaba de moda” y hasta tenía cierto rechazo hacia la comida de Guinea. En definitiva, no quería que se me relacionara con la imagen que España, que nosotros, tenemos de África.
Generalmente, la relación de los afrocesdendientes tanto con nuestros orígenes, como con el entorno en el que vivimos es, en muchos casos, complicada. Ser afrodescendiente para mí es como estar en el limbo. Es recibir constantemente mensajes contradictorios respecto a tu identidad: para los de “aquí” eres de “allí”, pero para los de “allí” eres de “aquí”. Incluso cuando alguien de “aquí” te valida como español por el mero hecho haber nacido o por haberte criado en España, ya se encargarán otros por medio de palabras u otros actos de dejarte claro que, efectivamente, no perteneces a este país quieras o no.
Estas navidades tuve la suerte de poder viajar a Guinea con mi hermana. Llevaba muchísimo tiempo sin ir, desde 2012, y había estado más veces anteriormente. Sin embargo, esta vez fue muy distinta a las demás. No solo porque era mayor que las veces pasadas, sino porque por fin me había reconciliado con mis raíces definitivamente o, mejor dicho, estaba dispuesto a reconciliarme con estas.
Me fui de Guinea más empoderado que nunca. El pasar las primeras navidades de mi vida en Guinea con mi familia me ayudó a entenderme y quererme a mí mismo como no había hecho antes. Me autorretraté y también hice muchas fotos de paisajes. Me sentí por primera vez conectado de verdad con mis orígenes. Con los cuales por fin hice las paces.
Black Panther me enseñó a amar aún más mis raíces y a confiar en el poder de África y los africanos para conseguir grandes logros. Sin embargo, lo más enriquecedor que me dio Black Panther es Wakanda. La escena que más me fascinó de toda la película fue al principio cuando T’Challa entra en Wakanda por primera vez con su nave, pilotada por la general de la guardia real, Okoye. Wakanda, en mi opinión, representa una de las claves del afrofuturismo: la reescritura de nuestra(s) historia(s). El sufrimiento actual de la comunidad negra es fruto de acontecimientos pasados (y no tan pasados) que se han dado a lo largo de la historia de la humanidad. Estos acontecimientos han provocado la modificación en nuestras narrativas junto con el subdesarrollo actual de todo un continente.
Wakanda es una utopía, es la representación de un futuro históricamente imposible. Un futuro donde aquello que pasó, no pasó y por lo tanto todo es diferente. Un futuro donde, por primera vez, nuestra historia no depende de otras personas. Un futuro donde por fin cogemos las riendas de nuestras propias vidas, aunque solo podamos disfrutar de este futuro durante dos horas y quince minutos.