La falta de censos de población afrodescendiente en España provoca que resulte muy difícil cuantificarnos o definir distintos tipos de patrón, si es que eso existe. Esto se traduce en una tendencia a la generalización que reduce nuestro ser único al estereotipo fácil que, a veces, por crecer aquí, también interiorizamos.
Que nos pregunten más por nuestro origen que nuestros nombres es una constante para la mayoría de nosotrxs, con el consiguiente hastío y la posible falta de identificación debido a ese empeño por racializar la nacionalidad del que pregunta. En ocasiones, tampoco tenemos respuestas.
Crecer de este modo provoca un limbo identitario, una sensación de estar entre dos mundos o en ninguno que, en el caso de Sergio Aparicio, Okobe, tiene como consecuencia un camino hacia el continente del que proviene por parte paterna y que, en su treintena, aún no conocía.
“Galsen, el lenguaje de las almas” es una misiva a su madre y para él desde Senegal, un batiburrillo de reflexiones abruptas e individuales que se deslizan valientes, desnudas, puras y, precisamente por eso, tiernas y con tintes universales.
La música se convierte en vínculo con los demás en una parte del planeta en la que no necesariamente se escribe en partituras sino que brota por doquier, porque para el director del documental la cadencia del lenguaje en la boca de las ancianas serer, una radio que lucha por escucharse más que un cacareo o un maestro enseñando a una niña a leer en francés también son melodías bellas.