Disforia Proud
“Vivo allí, habitando realidades simultáneas que generalmente se consideran mutuamente excluyentes”
Por: Iki Yos Piña Narváez Funes
Nací inconforme con este mundo “que nos fue dado”. Cuando pequeñx no comprendía muchas de las cosas que acontecían a mi alrededor. No comprendía por qué debía quitarme la camisa para bañarme en la lluvia, no comprendía por qué debía cortar mi cabello como “los niños”, ni caminar así o bailar asao… y eso ya me hacía “rarx y sospechosx”. Rara fue la piña para la mirada blanca del colono Fernando de Oviedo, quien se encontró en el Caribe con esa vaina y no sabía cómo clasificarla, si como fruta, como planta, como flor, o todas juntas al mismo tiempo. Mi apellido es Piña y como la piña también he huído a esa clasificación que siempre han querido hacer de mi cuerpo. Por eso escapaba a mi habitación con techo de zinc muriendo del calor bajo 34 grados de temperatura, arropadx con las letras, con muñecas de tortugas ninjas con pelo de plastilina intentando transformarlas en Barbies, y escapaba con mis dibujos para intentar soportar la inconformidad con este mundo.
A Castiel Vitorino Brasileiro, una travesti macumbeira la escuché hablar que este mundo nos endeuda emocionalmente con la blanquitud cuando nos ofrece un acceso a una supuesta confortabilidad y obviamente, pienso que ese endeudamiento también es con la cisgeneridad. Con esa demanda constante de ortopedizar, moldear y ordenar, nuestros cuerpos.
Siento que ese lugar límite que queda entre la demanda del mundo cis a nuestros cuerpxs, el “endeudamiento emocional”, y la imposibilidad de pertenecer a este mundo, es la fulana “disforia”. No sabía qué era eso, pero si lo sabía mi cuerpo amanerado en el patio del colegio saltando la cuerda y al mismo tiempo obligadx a jugar al béisbol. Siento que la incongruencia es mi lugar y me lo hizo saber un diagnóstico médico hace un par de años. Ese aparataje pretende por sobre todas las cosas la congruencia, la simetría, la conformidad. Esa demanda constante a la asimilación con el mundo, duele. Por eso huyo de esa “coherencia” y disfruto a veces ver las caras de quienes ven mi cuerpo y mi documento de identidad, o quienes leen mi cuerpo de una forma y mi voz de otra forma. Aunque esas situaciones implican riesgo. Vivir la disforia duele. Escribir sobre ella, aún más, así que no esperes un texto morbo-fetichista de la disforia en tanto sensación de incomodidad perpetúa con este mundo. Si tu intención como lector/x es alimentar tu condescendencia cis y monitorear al everyday de la inconformidad de trans con el mundo, deja de leer y ve hacerte una paja.
“Huyo de esa coherencia y disfruto a veces ver las caras de quienes ven mi cuerpo y mi documento de identidad, o quienes leen mi cuerpo de una forma y mi voz de otra forma. Aunque esas situaciones implican riesgo”.
Superpoderes travesti
Estar frente al mar es un acto de sanación para mi cuerpo. Estar frente al mar bajo las miradas de este mundo tal cual está, es un acto de perturbación, de incomodidad, tan incómodo como el tucking para encontrar la posibilidad. Y no sé hacia donde es esa pasabilidad. Esa pasabilidad es imposible cuando no pertenecemos a este mundo del cual no tengo pretensiones de pertenecer.
Fuí con La Cacao a la playa. A hablar de nuestras vainas, de nuestros amores, tira y encoje. Yo llevaba un bañador que dejaba ver todas las estrías, marcas, bultos de un cuerpo en-construcción, todo el Flawless de lo que llamaría Amanda Araujo: “una anatomía travesti”. Se acercó una persona a ofrecernos masajes. Yo lo deseaba infinitamente, mis pies hinchados, con retención de líquido por las hormonas también lo deseaban, pero estaba/estoy sin dinero. La Cacao me dijo: - ¿querés o no el masaje?. Con vergüenza dije que sí, pero infinitamente agradecidx. La persona que ofrece el masaje preguntó dónde quería el masaje y le dije que en los pies. Al escuchar mi voz me preguntó si era chico o chica. Soy guaichía, parchita, cimarrona, piña incomprendida, perversa polimorfa (lo dije en mi mente hiperventilando sintiendo en ese momento la disforia tan inmensa como el mar). Yemayá me abrazó para disfrutar de un masaje sanador. Le dije que soy ambas cosas y muchas más. Miré con complicidad a la bella Cacao. La persona que masajeaba delicadamente mis piernas me dijo: Tienes pies de chica, piernas de chica, manos de chica y voz de chico. Disforia proud. Periodt
En otra oportunidad amanecí con la cabeza sobre el pecho de él. Él acariciaba con suavidad mi incipiente barba. Yo deseaba salir corriendo como cuando me encerraba a leer en mi infancia, pero esta vez a buscar una Gillette y arrancarme hasta la piel y a colocarme dos puff de estradiol que me regaló mi amiga Jota Mombaça y una dosis sublingual de tintura de yerbabuena que me dio Nally, otrx amigx trans. Él notó mi incomodidad y me abrazó con más fuerza. Me dijo: “ni ngua melni nonou lala begué”. También abrazó mi disforia.
No resulta sencillo abrazar lo que te perturba en relación a tu cuerpo y el mundo. No es fácil que el mundo te abrace cuando fue enseñado a no abrazar a los cuerpos trans. Puede ser un super poder travesti hacer este proceso de reconciliación ancestral con nuestros cuerpos - sexo - géneros - incomprendidos. La Manauara Clandestina, la poderosa, habla de “tecnologías travestis” como esas fuerzas que forman parte de nuestros cuerpos para vivir en este mundo anti-nosotras. Siento que quizás esto es lo que usamos para enfrentar el orgullo y la euforia de la cisgeneridad que marcha en comparsas Lgbeteistas, y les queers blancos con acceso a la salud, a hormonación, a vacunación, a prep, a seguridad social, a vivienda, a becas y que bailan Dua Lepa en el Pride protegidos por cordones policiales y con el manto de la ciudadanía europea . No voy a detenerme a hablar sobre el dispositivo elegebeteista blanco europeo porque me da absoluta disforia, arcadas, migraña y asma y porque “Tengo miedo a volverme elegebeté”, como diría la hermosa pantera Mijail.
La disforia se me activa cuando tu cuerpo cis, complaciente con el mundo tal cual “nos fue dado”, demanda sumusión a mi cuerpo y a lxs travestis. La disforia se me activa cuando solo aprecias a les trans, a les queers, a lxs travestis siempre y cuando estén quietitas, calladitas posando para tu lente, en Show o cabaret o cuando están en una “expo” cool, “hiperdeconstruida” curada por personas no trans; o cuando estxs cuerpxs travestis ruidosos están en una serie de Netflix o HBO que puedas encender o apagar cuando te perturben. La disforia se me activa cuando no soportas nuestros gritos de gemidos de placer mientras somos chupadas - mamadas o no aguantas nuestras carcajadas por una borrachera en la madrugada intentando borrar lo doloroso que es este mundo ¿por qué te perturba el ruido travesti? ¿Será por qué sólo te han enseñado a ver a una travesti sufrir? ya lo sé: porque el silencio es la norma, es tu lugar de confort. Porque el silencio a nuestros cuerpos es la dictadura cisnormativa con la que no quiero ser complaciente. Si me quieres, quiéreme trans con mis disforias y mis euforias, con mis gritos desbordados que no caben en tu mirada estetizante y paralizante.
“Ha sido agotador rehacerme a mí mismx. Cada vez que aprendo más sobre quién o qué soy, dar esos pasos requiere un rehacer y asumir los costos. A veces, esos costos se gastan en tu corazón, como cuando las personas que amas ya no tienen espacio para ti en su cosmovisión”.
Unperfect is Beauty
La “Disforia, la cirugía no son requisitos previos para ser trans”. Habitamos este mundo fugitivas de las prisiones de género construidas por occidente. Huímos con oxumaré, ochosi por infinitos caminos de la (s)exualidad y la oshunalidad, quizás con la fuerza andina del Chuquichinchay, o la potencia de las muxes y la sabiduría de las machis weyes». Y es que después de todo “el género es algo tan humano” y nosotrxs nunca hemos sido humanos. Como diría Hortense Spiller : Fuimos marcadxs al nacer, “and if i were not here, i would have to be invented”.
Este texto es una coreografía disfórica de distintos cuerpos en tránsito, quienes gritaban con euforia la incomprensión de este mundo.
“Mirarme no es lo mismo que verme. Los reflejos muchas veces son borrosos. Entonces quiebro los espejos no soy lo que reflejo soy lo que siento”.
Groupi Foto: @C40Z
“Para mi la disforia es verme en el espejo por más de 10 segundos. Materializarme en esta matrix. Algo de lo que llevo huyendo desde que tengo conciencia. La abrazo cuando hago Drag o activo mis músculos al ritmo del beat tan marcado del voguing. Yo soy todo y a la vez nada”.
Foto: Gorka Postigo
Estilismo: monsieur provocateur Peluquería: Luis Mba Ndong
“Los procesos de transición no le pertenecen a un solo tipo de sexualidad. Me parece que en general todos los cuerpos devenimos a otros seres. La disforia y esta especie de acusación, de mal rollismo, hacia los cuerpos no heteronormativos proviene de una sociedad que está enferma. Nosotras no estamos enfermas, ellas están enfermas”.
“Cuando me dragueo y me veo al espejo deseo salir así a la calle aunque es difícil aguantar las miradas. Mis padres me decían que quien te va a juzgar es la mirada de Dios y mi Dios se draguea”.
Diwata